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Pienso sinceramente que, si alguien es acusado, es a él a quien se debe preguntar en primer lugar, porque es quien conoce la teoría y la práctica de lo que hace, y podrá aclarar los puntos que se le digan. A veces, sin embargo, da la impresión de que se confunde la equivocación con el equivocado, y no falta quien piense que lo que verdaderamente interesa a alguno es condenar al que se equivocó, sin tratar de corregir el error: entre otras cosas, porque el error no existe.
Hasta los fariseos –et qui missi fuerant erant ex pharisaeis16– se comportaron de manera más noble, preguntando directamente al Bautista: tu, quis es?17, ¿tú quién eres? Y eso que una vez Juan, videns autem multos pharisaeorum18, viendo un grupo de fariseos, les apostrofó llamándoles raza de víboras19.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/196/ (23/05/2024)