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Desde la primera hora
El reino de los cielos se parece a un padre de familia, que al romper el día salió a alquilar jornaleros para su viña7. Ya conocéis el relato: aquel hombre vuelve en diferentes ocasiones a la plaza para contratar trabajadores: unos fueron llamados al comenzar la aurora; otros, muy cercana la noche.
Todos reciben un denario: «el salario que te había prometido, es decir, mi imagen y semejanza. En el denario está incisa la imagen del Rey»8. Esta es la misericordia de Dios, que llama a cada uno de acuerdo con sus circunstancias personales, porque quiere que todos los hombres se salven9. Pero nosotros hemos nacido cristianos, hemos sido educados en la fe, hemos recibido, muy clara, la elección del Señor. Esta es la realidad. Entonces, cuando os sentís invitados a corresponder, aunque sea a última hora, ¿podréis continuar en la plaza pública, tomando el sol como muchos de aquellos obreros, porque les sobraba el tiempo?
No nos debe sobrar el tiempo, ni un segundo: y no exagero. Trabajo hay; el mundo es grande y son millones las almas que no han oído aún con claridad la doctrina de Cristo. Me dirijo a cada uno de vosotros. Si te sobra tiempo, recapacita un poco: es muy posible que vivas metido en la tibieza; o que, sobrenaturalmente hablando, seas un tullido. No te mueves, estás parado, estéril, sin desarrollar todo el bien que deberías comunicar a los que se encuentran a tu lado, en tu ambiente, en tu trabajo, en tu familia.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/amigos-de-dios/42/ (10/10/2024)