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Vuestra eficacia, hijos míos, será consecuencia de vuestra santidad personal, que cuajará en obras responsables, que no se esconden en el anonimato. Cristo Jesús, Buen Sembrador, nos aprieta –como al trigo– en su mano llagada, nos inunda con su sangre, nos purifica, nos limpia, ¡nos emborracha! Y luego, generosamente, nos echa por el mundo uno a uno, como deben ir sus hijos del Opus Dei, esparcidos: que el trigo no se siembra a sacos, sino grano a grano.
Sois luz en el Señor: comportaos, pues, como hijos de la luz. El fruto de la luz es todo bondad, justicia y verdad32. Es inconcebible –sería una falsedad, una doble vida, una comedia– la vida de un hijo mío que no dé frutos abundantes de apostolado. Os digo una vez más que ese hijo mío estaría muerto, ¡podrido!: iam foetet33. Y yo –lo sabéis bien– a los cadáveres los entierro piadosamente.
A través del trato individual con vuestros compañeros de profesión o de oficio, con vuestros parientes, amigos y vecinos, en una labor que muchas veces he llamado apostolado de amistad y de confidencia, sacudiréis su modorra, abriréis horizontes amplios a su existencia egoísta y aburguesada, les complicaréis la vida, haciendo que se olviden de sí mismos y comprendan los problemas de quienes les rodean. Y estad seguros de que, al complicarles la vida, los lleváis –tenéis experiencia– al gaudium cum pace, a la alegría y a la paz.
Ese apostolado personal –que no es labor anárquica, porque seguís en él las orientaciones doctrinales o prácticas de vuestros Directores–, si lo realizáis con constancia, creará un ambiente sereno en torno vuestro y reproducirá en vuestros hogares la imagen de aquellas casas de los primeros fieles cristianos.
Al ejercitar esa labor apostólica individual, procuráis acercar –a las personas que tratáis– a los medios colectivos de formación espiritual y doctrinal que la Obra organiza –retiros espirituales, conferencias, círculos, etc.– y a la dirección espiritual con nuestros sacerdotes: porque esos medios son eficacísimos –necesarios– para completar la atención de esas almas, que cada uno de vosotros cuidáis, sirviéndoos de vuestra vida profesional, del lugar que ocupáis en el mundo, de vuestra situación familiar; sirviéndoos de todo, porque todo es medio de apostolado.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/carta-29/16/ (16/11/2025)