26
Hijos de mi alma, no veáis detrás de mis palabras más que un amor muy grande a todos los hombres, un corazón abierto a todas sus inquietudes y problemas, una comprensión inmensa, que no sabe de discriminaciones ni de exclusivismos. Y entended que es, no el temor –porque no tenemos miedo a nada ni a nadie, ni a Dios que es nuestro Padre–, sino el sentimiento de responsabilidad de que un día hemos de dar cuenta al Señor de nuestra misión corredentora, lo que nos urge –caritas enim Christi urget nos51– a no desmayar, a encontrarnos siempre insatisfechos de las etapas adquiridas, ¡a no dormirnos sobre los laureles!
Sin flojera, fervorosos de espíritu52, aprovechad el tiempo53, porque la vida es breve: mientras hay tiempo, hagamos bien a todos, especialmente a los hermanos en la fe54. Llenad de amor este pobre mundo nuestro, porque es nuestro: es obra de Dios y nos lo ha dado por heredad: dabo tibi gentes hereditatem tuam et possessionem tuam terminos terrae55. Tened en cuenta que lo posible lo hace cualquiera, y Dios Nuestro Señor nos pide –y nos da su gracia para conseguirlo– que hagamos cosas que os parecerán imposibles.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/carta-29/26/ (15/11/2025)