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Cada caminante siga su camino
La Obra forma a sus miembros, para que cada uno de ellos –con libertad personal– actúe cristianamente en el ejercicio de su profesión, en medio del mundo. En los asuntos temporales, los Directores de la Obra nunca podrán imponer una opinión determinada: cada uno de vosotros –repito– se comporta con plena libertad, de acuerdo con el dictamen de su conciencia bien formada.
En 1939, recién acabada la guerra civil española, dirigí en las proximidades de Valencia un curso de retiro espiritual, que tuvo lugar en un colegio universitario de fundación privada. Había sido utilizado, durante la guerra, como cuartel comunista. En uno de los pasillos, encontré un gran letrero, escrito por alguno noconformista, donde se leía: cada caminante siga su camino. Quisieron quitarlo, pero yo les detuve: dejadlo –les dije–, me gusta: del enemigo, el consejo[8]. Especialmente desde entonces, esas palabras me han servido muchas veces de motivo de predicación. Libertad: cada caminante siga su camino. Es absurdo e injusto tratar de imponer a todos los hombres un único criterio, en materias en las que la doctrina de Jesucristo no señala límites.
Libertad absoluta en todo lo temporal, porque no existe una única fórmula cristiana para ordenar las cosas del mundo: hay muchas fórmulas técnicas para resolver los problemas sociales, científicos, económicos, políticos: y todas serán cristianas, con tal de que respeten esos principios mínimos, que no se pueden abandonar sin violar la ley natural y la enseñanza evangélica.
Libertad en lo temporal y también en la Iglesia, hijos míos. Soy muy anticlerical –con ese anticlericalismo sano, del que os hablo tantas veces– y quien tenga mi espíritu lo será también. Con demasiada frecuencia en los ambientes clericales –que no tienen el buen espíritu sacerdotal– se organizan monopolios con pretextos de unidad, se trata de cerrar a las almas en grupitos, se atenta a la libertad de las conciencias de los fieles –que deben buscar la dirección y la formación de sus almas donde lo juzguen más oportuno y con quien prefieran–, y se multiplican preceptos negativos innecesarios –ya sería mucho que se cumpliesen los mandamientos de Dios y de la Iglesia–, preceptos que ponen enfrente psicológicamente a quienes han de cumplirlos.
«del enemigo, el consejo»: ver nota en § 24. (N. del E.)
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/carta-29/35/ (15/11/2025)