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Apostolado en el ejercicio de los deberes y derechos ciudadanos

Vuelvo a deciros, hijos míos, que el apostolado específico que habéis de realizar, lo lleváis a cabo como ciudadanos, con una plena y sincera fidelidad al Estado, conforme a la doctrina evangélica y apostólica63; con fiel obediencia a las leyes civiles; observando todos los deberes cívicos, sin sustraeros al cumplimiento de ninguna obligación y ejercitando todos los derechos, en bien de la colectividad, sin exceptuar imprudentemente ninguno.

De ese ejercicio de los derechos ciudadanos, encontramos un ejemplo vivo que imitar en la reiterada actitud de San Pablo, según se describe en el libro de los Hechos. Con una firmeza viril, que a los timoratos podrá parecer arrogancia y que es hombría de bien sin ñoñerías, el Apóstol exhibe, cuando hace falta, su condición de ciudadano romano y exige, ausente toda humildad de garabato, que se le trate como a tal: después que a nosotros, ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente sin juzgarnos y nos han metido en la cárcel ¿nos quieren sacar ahora en secreto? No será así. Que vengan ellos (los lictores) y nos saquen64.

Con esa entereza hablaba al carcelero de Filipos. Y es estupenda la conversación, llena de garbo humano, que Pablo, a punto de ser azotado, sostiene en Jerusalén con el tribuno: cuando lo sujetaron para azotarlo, dijo Pablo al centurión que estaba presente: ¿os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado? Al oír esto el centurión, fue al encuentro del tribuno y se lo comunicó, diciendo: ¿qué ibas a hacer? Este hombre es romano. El tribuno se le acercó y dijo: ¿eres tú romano? Él contestó: sí. Añadió el tribuno: yo adquirí esa ciudadanía por una gran suma. Pablo respondió: pues yo la tengo por nacimiento65. Hijos míos, huelgan los comentarios: tomad ejemplo.

Notas
63

Cfr. Mt 22,15-22; Mc 12,13-17; Lc 20,20-26; Rm 13,1-7.

64

Hch 16,37.

65

Hch 22,25-28.

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