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Optimismo fundado en Cristo
Nuestro optimismo no es un optimismo necio y presuntuoso: es realismo. Por eso no podemos ignorar la presencia del mal en el mundo, ni dejar de sentir la responsabilidad acuciante de haber sido convocados por Cristo, para batallar con Él su hermosa batalla de amor y de paz.
Hace bastantes años ya, en un retiro espiritual que daba a vuestros hermanos, les hacía observar la situación del mundo, que no ha cambiado mucho desde entonces. Les movía a contemplar –acudiendo a un modo gráfico– esa mancha roja que se extiende rápida por la tierra, que lo arrasa todo, que quiere destruir hasta el más pequeño sentido sobrenatural. Y el avance de otra ola muy grande de sensualidad –perdonadme–, de imbecilidad, porque los hombres tienden a vivir como bestias.
Y continuaba haciéndoles notar que aún se distingue otro color, que avanza y avanza, especialmente en los países latinos; de manera más hipócrita en otras naciones: el ambiente anticlerical –de anticlericalismo malo–, que intenta relegar a Dios y a la Iglesia al fondo de la conciencia o, dicho de otra forma más clara, quiere relegar a Dios y a la Iglesia a la vida privada, sin que el hecho de tener la fe se manifieste en la vida pública. No exagero: esos tres peligros son constantes, evidentes, agresivos.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/carta-29/4/ (17/11/2025)