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Trabajando de esta forma, unidos a vuestros conciudadanos y removiéndolos, haciendo ambiente para que las cosas no vengan impuestas sin expresar el legítimo sentir de la sociedad, podréis orientar cristianamente la legislación de vuestras comunidades nacionales, sobre todo en aquellos puntos que son clave en la vida de los pueblos: las leyes sobre el matrimonio, sobre la enseñanza, sobre la moralidad pública, sobre la propiedad, etc.
¿Cómo va a ser cristiana una legislación, en la que el respeto a la familia se basa en el divorcio? ¿Qué lógica se puede encontrar en algunas sociedades que se enorgullecen de su diversidad religiosa y no admiten esa diversidad en las escuelas públicas, donde cada alumno tendría derecho a recibir la educación religiosa conforme a su fe?
¿No os dais cuenta de que la propiedad privada –con las limitaciones que exija el bien común– es un instrumento de libertad para el hombre, un bien que se ha de colocar entre los fundamentales para el desarrollo de la persona humana y de la familia? Los países donde no se respeten esos derechos no son países católicos ni humanos. ¿Veis el panorama, que se os presenta? En estos y en otros puntos capitales, tendréis que luchar, ¡y bien!
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/carta-29/42/ (15/10/2025)