45
Proclamar la verdad sin descanso
Lo peor del mundo, hijos míos, es que la gente haga barbaridades y no sepa que las hace. Proclamad la verdad sin descanso, opportune, importune68, aunque algunos no nos crean o no nos quieran creer. Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur[12]: por eso no nos creen. Ya les podemos dar el vino de las bodas de Caná, aquel que fue testimonio del primer milagro de Jesús, la primera manifestación pública de su divinidad, que, echado en la conciencia de esa gente, se convertirá en vinagre. Pero ¡sigamos echando vino bueno, diciendo la verdad! Como Jesús, cada uno de nosotros –ipse Christus– debe poder decir: Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad69.
Hijos míos, despojándoos de la mentira, hable cada uno la verdad con su prójimo, porque todos somos miembros unos de otros70. Algo sabemos nosotros, y aquí va muy bien el nosotros –lo hemos sufrido en la propia carne–, del dolor de la maledicencia, de la mentira y de la calumnia: oleadas de cieno provocadas a veces por católicos y hasta por sacerdotes. Omnia in bonum!: como el Nilo, después de salirse de madre, fecundaba los campos con el cieno, en su retirada; a nosotros, hijos míos, aquellas oleadas de basura nos llenaron de fecundidad.
2 Tm 4,2.
«Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur»: «lo que se recibe, se recibe según la capacidad del recipiente», es un aforismo filosófico típicamente escolástico. El concepto lo emplea, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino en Summa Theologiae, I, q. 75, a. 5; cfr. también Scriptum super Sententiis, lib. 4, d. 49, q. 2. (N. del E.)
Jn 18,37.
Ef 4,25.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/carta-29/45/ (15/11/2025)