51

Mentalidad de servicio

El Opus Dei, operatio Dei, trabajo de Dios, exige de todos sus miembros que trabajen: porque el trabajo es medio de santificación y de apostolado. Por eso, en todo el mundo, tantos millones de personas, católicas y no católicas, cristianas y no cristianas, admiran y aman y ayudan con cariño a nuestra Obra. Y de eso damos gracias al Señor.

Hay también algunos entre vosotros que –porque se sienten bien preparados para resolver activamente los problemas públicos de su patria–, trabajan, con plena libertad y con personal responsabilidad, en la vida política. Sois pocos: el porcentaje acostumbrado en la sociedad civil. Y, como todos los demás miembros de la Obra en sus ocupaciones temporales, al actuar en ese campo, lo hacéis siempre sin hacer valer vuestra condición de católicos ni de socios del Opus Dei, sin serviros de la Iglesia ni de la Obra: porque sabéis que no podéis mezclar, ni a la Iglesia de Dios, ni a la Obra, en cosas contingentes. Y al trabajar en la vida pública, no podéis olvidar que los católicos deseamos una sociedad de hombres libres –todos con los mismos deberes y los mismos derechos frente al Estado–, pero unidos en un concorde y operativo trabajo para conseguir el bien común, aplicando los principios del Evangelio, que son la fuente constante de la enseñanza de la Iglesia.

Tenéis todo el derecho para vivir esa vocación de políticos. Si algún Estado os pusiese dificultad, tendría que ponerla también a los miembros de las demás asociaciones de fieles y, después, por el mismo motivo –la obediencia que los fieles deben a las autoridades eclesiásticas– pondrían los mismos impedimentos –en buena lógica– a todos los católicos practicantes, negándoles su plenitud de derechos y de responsabilidades en la sociedad temporal. Es injusto tratar a los católicos practicantes como a ciudadanos de peor condición, pero no faltan ejemplos de discriminaciones de este género en la historia contemporánea.

Los que os encontráis con vocación para la política, trabajad sin miedo y considerad que, si no lo hacéis, pecaréis de omisión. Trabajad con seriedad profesional, ateniéndoos a las exigencias técnicas de esa labor vuestra: con la mira puesta en el servicio cristiano a todas las gentes de vuestro país, y pensando en la concordia de todas las naciones.

Es un síntoma de mentalidad clerical que, en los elogios –redactados por gentes apartadas del mundo– que hace la liturgia de los gobernantes que llegaron a los altares, se les alaba porque rigieron sus reinos más con la piedad que con el ejercicio de la autoridad regia, pietate magis quam imperio, más con afecto que con el justo mando.

Vosotros, al cumplir vuestra misión, hacedlo con rectitud de intención –sin perder el punto de mira sobrenatural–, pero no mezcléis lo divino con lo humano. Haced las cosas como las deben hacer los hombres, sin perder de vista que los órdenes de la creación tienen sus principios y leyes propias, que no se pueden violentar con actitudes de angelismo. El peor elogio que puedo hacer de un hijo mío es decir que es como un ángel: nosotros no somos ángeles, somos hombres.

Este punto en otro idioma