54

Os digo a vosotros, hijas e hijos míos, que habéis sido llamados por Dios para formar un hogar, que os queráis, que os tengáis siempre el amor ilusionado que os tuvisteis cuando erais novios. Pobre concepto tiene del matrimonio, que es un ideal y una vocación, el que piensa que la alegría se acaba cuando empiezan las dificultades y contratiempos que la vida lleva consigo.

Es entonces cuando el amor se enrecia, cuando se hace más fuerte que la muerte: fortis est ut mors dilectio75. Las torrenteras de las penas y de las contradicciones no son capaces de apagar el verdadero amor: os une más el sacrificio generosamente compartido –aquæ multæ non potuerunt extinguere caritatem76– y las muchas dificultades, físicas o morales, no podrán apagar el cariño.

Vuestro matrimonio será, de ordinario, muy fecundo. Y, si Dios no os concede hijos, dedicaréis vuestras energías con mayor intensidad al apostolado, que os dará una fecundidad espiritual espléndida. El Señor suele coronar a las familias cristianas con corona de hijos, os he dicho muchas veces. Recibidlos siempre con alegría y agradecimiento, porque son regalo y bendición de Dios y una prueba de su confianza.

Notas
75

Ct 8,6.

76

Ct 8,7.

Este punto en otro idioma