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Mucho duele al Señor la inconsciencia de tantos y de tantas, que no se esfuerzan en evitar los pecados veniales deliberados. ¡Es lo normal —piensan y se justifican—, porque en esos tropiezos caemos todos!
Oyeme bien: también la mayoría de aquella chusma, que condenó a Cristo y le dio muerte, empezó sólo por gritar —¡como los otros!—, por acudir al Huerto de los Olivos —¡con los demás!—,…
Al final, empujados también por lo que hacían “todos”, no supieron o no quisieron echarse atrás…, ¡y crucificaron a Jesús!
—Ahora, al cabo de veinte siglos, no hemos aprendido.
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Documento imprimido desde https://escriva.org/es/surco/139/ (12/05/2024)