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No lo dudes: el corazón ha sido creado para amar. Metamos, pues, a Nuestro Señor Jesucristo en todos los amores nuestros. Si no, el corazón vacío se venga, y se llena de las bajezas más despreciables.
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Documento imprimido desde https://escriva.org/es/surco/800/ (20/09/2024)