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Se oye a veces decir que actualmente son menos frecuentes los milagros. ¿No será que son menos las almas que viven vida de fe? Dios no puede faltar a su promesa: pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra1. Nuestro Dios es la Verdad, el fundamento de todo lo que existe: nada se cumple sin su querer omnipotente.
Como era en un principio y ahora y siempre, y por los siglos de los siglos2. El Señor no cambia; no necesita moverse para ir detrás de cosas que no tenga; es todo el movimiento y toda la belleza y toda la grandeza. Hoy como antes. Pasarán los cielos como humo, se envejecerá como un vestido la tierra (...) Pero mi salvación durará por la eternidad y mi justicia durará por siempre3.
Dios ha establecido en Jesucristo una nueva y eterna alianza con los hombres. Ha puesto su omnipotencia al servicio de nuestra salvación. Cuando las criaturas desconfían, cuando tiemblan por falta de fe, oímos de nuevo a Isaías que anuncia en nombre del Señor: ¿acaso se ha acortado mi brazo para salvar o no me queda ya fuerza para librar? Con solo mi amenaza, seco el mar y torno en desierto los ríos, hasta perecer sus peces por falta de agua y morir de sed sus vivientes. Yo revisto los cielos de un velo de sombra y los cubro como de saco4.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/amigos-de-dios/190/ (14/09/2024)