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Junto a la piscina de Siloé
Yo querría que fuese Jesús quien nos hablara de fe, quien nos diera lecciones de fe. Por eso abriremos el Nuevo Testamento, y viviremos con Él algunos pasajes de su vida. Porque no desdeñó enseñar a sus discípulos, poco a poco, para que se entregaran con confianza en el cumplimiento de la Voluntad del Padre. Les adoctrina con palabras y con obras.
Mirad el capítulo noveno de San Juan. Al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que este haya nacido ciego, los suyos, o los de sus padres?6. Estos hombres, a pesar de estar tan cerca de Cristo, piensan mal de aquel pobre ciego. Para que no os extrañe si, en el rodar de la vida, cuando servís a la Iglesia, encontráis discípulos del Señor que se comportan de modo semejante con vosotros o con otros. No os importe y, como el ciego, no hagáis caso: abandonaos de verdad en las manos de Cristo; Él no ataca, perdona; no condena, absuelve; no observa con despego la enfermedad, sino que aplica el remedio con diligencia divina.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/amigos-de-dios/192/ (05/10/2024)