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Frente de Madrid. Una veintena de oficiales, en noble y alegre camaradería. Se oye una canción, y después otra y más.

Aquel tenientillo del bigote moreno sólo oyó la primera:

Corazones partidos

yo no los quiero;

y si le doy el mío,

lo doy entero.

"¡Qué resistencia a dar mi corazón entero!" —Y la oración brotó, en cauce manso y ancho.

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