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Descargándonos de todo peso y de los lazos del pecado, corramos con empeño al término del combate que nos es propuesto, poniendo siempre los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe34. Tendremos dificultades: pero conocemos los medios, para luchar y para vencer contra las inclinaciones de la pobre naturaleza humana; pongámoslos y confiemos en el Señor, Salvador Nuestro.
Tened optimismo. El propio San Pablo, en la epístola a los Filipenses, nos dirá: gaudete in Domino semper: iterum dico: gaudete35; vivid siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad contentos. Hay que ver, hijos míos, el aspecto positivo de las cosas. Lo que parece más tremendo en la vida, no es tan negro, no es tan obscuro. Si puntualizáis, no llegaréis a conclusiones pesimistas. Como un buen médico no dice, al ver un paciente, que todo en él está podrido, os pido por amor a Jesucristo que tengáis confianza. No afirméis nada malo, sin ver la contrapartida. Un enfermo no es inmediatamente un cuerpo para el cementerio. Vamos a curarlo, dándole los remedios oportunos. Dentro de nuestro espíritu, tenemos toda la farmacopea.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-1/37/ (04/10/2024)