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No te asustes —y, en la medida que puedas, reacciona— ante esa conjuración del silencio, con que quieren amordazar a la Iglesia. Unos no dejan que se oiga su voz; otros no permiten que se contemple el ejemplo de los que la predican con las obras; otros borran toda huella de buena doctrina…, y tantas mayorías no la soportan.
No te asustes, repito, pero no te canses de hacer de altavoz a las enseñanzas del Magisterio.
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Documento imprimido desde https://escriva.org/es/forja/585/ (12/05/2024)