Cosas pequeñas
Hacedlo todo por Amor. —Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. —La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo.
Un pequeño acto, hecho por Amor, ¡cuánto vale!
¿Quieres de verdad ser santo? —Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces.
Has errado el camino si desprecias las cosas pequeñas.
La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante.
Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas.
Porque fuiste «in pauca fidelis» —fiel en lo poco—, entra en el gozo de tu Señor. —Son palabras de Cristo. —«In pauca fidelis!...» —¿Desdeñarás ahora las cosas pequeñas si se promete la gloria a quienes las guardan?
No juzgues por la pequeñez de los comienzos: una vez me hicieron notar que no se distinguen por el tamaño las simientes que darán hierbas anuales de las que van a producir árboles centenarios.
No me olvides que en la tierra todo lo grande ha comenzado siendo pequeño. —Lo que nace grande es monstruoso y muere.
Me dices: cuando se presente la ocasión de hacer algo grande... ¡entonces! —¿Entonces? ¿Pretendes hacerme creer, y creer tú seriamente, que podrás vencer en la Olimpiada sobrenatural, sin la diaria preparación, sin entrenamiento?
¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza imponente? —Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y trozos de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas...
¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... —¡A fuerza de cosas pequeñas!
¿No has visto en qué «pequeñeces» está el amor humano? —Pues también en «pequeñeces» está el Amor divino.
Sigue en el cumplimiento exacto de las obligaciones de ahora. —Ese trabajo —humilde, monótono, pequeño— es oración cuajada en obras que te disponen a recibir la gracia de la otra labor —grande, ancha y honda— con que sueñas.
Todo aquello en que intervenimos los pobrecitos hombres —hasta la santidad— es un tejido de pequeñas menudencias, que —según la rectitud de intención— pueden formar un tapiz espléndido de heroísmo o de bajeza, de virtudes o de pecados.
Las gestas relatan siempre aventuras gigantescas, pero mezcladas con detalles caseros del héroe. —Ojalá tengas siempre en mucho —¡línea recta!— las cosas pequeñas.
¿Te has parado a considerar la suma enorme que pueden llegar a ser «muchos pocos»?
Ha sido dura la experiencia: no olvides la lección. —Tus grandes cobardías de ahora son —está claro— paralelas a tus pequeñas cobardías diarias.
«No has podido» vencer en lo grande, «porque no quisiste» vencer en las cosas pequeñas.
¿No has visto las lumbres de la mirada de Jesús cuando la pobre viuda deja en el templo su pequeña limosna? —Dale tú lo que puedas dar: no está el mérito en lo poco ni en lo mucho, sino en la voluntad con que lo des.
No me seas... tonto: es verdad que haces el papel —a lo más— de un pequeño tornillo en esa gran empresa de Cristo.
Pero, ¿sabes lo que supone que el tornillo no apriete bastante o salte de su sitio?: se aflojarán piezas de más tamaño o caerán melladas las ruedas.
Se habrá entorpecido el trabajo. —Quizá se inutilizará toda la maquinaria.
¡Qué grande cosa es ser un pequeño tornillo!
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/camino/cosas-pequenas/ (02/10/2024)