13
Pero, como ya he dicho, además de esos centros dirigidos por la Obra, pienso en esos otros, mucho más numerosos, que surgirán promovidos y dirigidos principalmente por colaboradores de nuestra acción apostólica, y que serán también instrumentos maravillosos para hacer llegar a muchísimas almas –a algunas desde la infancia– el espíritu divino de nuestro Opus Dei; focos que irradiarán con sobrenatural naturalidad la doctrina de Jesucristo, que ha dicho de sí mismo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida23.
Y pienso, sobre todo, en la inmensa labor apostólica que muchos de vosotros realizaréis en todo el mundo, ocupando como ciudadanos –por derecho propio, con preparación y competencia personal– puestos docentes en los centros oficiales de enseñanza –que son hoy, en muchos países, si no los únicos, los más frecuentados y prestigiosos–, prestando un servicio leal al Estado y a toda la sociedad civil, contribuyendo eficazmente al progreso humano en todos los órdenes, haciendo del estudio y de la docencia –vuestro trabajo profesional– también un medio de santidad personal, de unión con Dios, de vida contemplativa: porque, como a través de los efectos divinos podemos llegar a la contemplación del mismo Dios, según la enseñanza de San Pablo: lo invisible de Dios puede ser conocido por medio de las cosas creadas, también como elemento secundario pertenece a la vida contemplativa la contemplación de los efectos divinos, en cuanto su conocimiento empuja al hombre al conocimiento de Dios24.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/13/ (03/12/2024)