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Precisamente porque todas nuestras obras corporativas han de ser eminentemente apostólicas, estarán también abiertas a todos. No hacemos discriminación de ningún género, ni somos clasistas. Nos interesan todas las almas.

Por eso, aunque un centro determinado de enseñanza no esté destinado específicamente a personas de condición humilde o de escasos recursos económicos, se procurará en todos los casos que también esas personas puedan frecuentarlo o, al menos, beneficiarse de alguna forma de la labor docente y de formación que allí se realice.

Si se trata, por ejemplo, de colegios de segunda enseñanza, habrá clases para obreros, empleados, etc., en las horas convenientes –al terminar la jornada de trabajo, ordinariamente al final del día–, por lo menos varias veces por semana, si no es posible hacerlo todos los días. No se les cobrará prácticamente nada –algo sí deben pagar, porque conviene que les cueste un pequeño sacrificio económico–, y utilizarán los mismos edificios y el mismo material didáctico que se empleen para los demás alumnos. Alguna vez, también los profesores serán los mismos. De ordinario, la labor docente la llevarán colaboradores y amigos nuestros bien preparados y, cuando sea necesario, otros profesores regularmente contratados y bien pagados. En cualquier caso, esas clases se darán con la misma dedicación y el mismo empeño que las demás.

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