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La legítima libertad de los hombres, si son verdaderamente honestos, con la ayuda divina, les lleva al deseo de servir a Dios y a sus criaturas. Servite Domino in veritate1, servid al Señor en verdad, aconsejaba Tobías a sus hijos. Y este es el consejo que también os doy, porque hemos recibido la llamada de Dios, para hacer un peculiar servicio a su Iglesia y a todas las almas. La única ambición, el único deseo del Opus Dei y de cada uno de sus hijos es servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servida, dentro de la específica vocación que el Señor nos ha dado.
Nos sumus servi Dei caeli et terrae2, somos siervos del Dios de los cielos y de la tierra. Y toda nuestra vida es eso, hijas e hijos míos: un servicio de metas exclusivamente sobrenaturales, porque el Opus Dei no es ni será nunca –ni puede serlo– instrumento temporal; pero es al mismo tiempo un servicio humano, porque no hacéis más que tratar de lograr la perfección cristiana en el mundo limpiamente, con vuestra libérrima y responsable actuación en todos los campos de la actividad ciudadana. Un servicio abnegado, que no envilece, sino que educa, que agranda el corazón –lo hace romano, en el sentido más alto de esta palabra– y lleva a buscar el honor y el bien de las gentes de cada país: para que haya cada día menos pobres, menos ignorantes, menos almas sin fe, menos desesperados, menos guerras, menos inseguridad, más caridad y más paz.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/180/ (10/10/2024)