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Hemos de ser buenos administradores
Cualquiera que sea la misión que se tenga en el Cuerpo Místico, se ha de obrar como un administrador fiel –no como un propietario–, que sabe que habrá de rendir cuentas de sus actos. ¿Quién piensas que es –preguntó un día el Señor– aquel administrador fiel y prudente, a quien su amo constituyó mayordomo de su familia, para distribuir a cada uno a su tiempo la medida de trigo correspondiente? Dichoso el tal siervo, si su amo a la vuelta le halla ejecutando así su deber. En verdad os digo que le dará la superintendencia de todos sus bienes.
Pero si el criado dijere en su corazón: mi amo no piensa en venir tan presto; y empezare a maltratar a los otros criados y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse, vendrá el amo del tal siervo en el día que menos le espera, y en la hora que él no sabe, y le echará de su casa y le dará el pago debido a los criados infieles20.
El buen administrador sabe distribuir con justicia los dones de su señor, sabe hacer rendir los talentos recibidos, en provecho de todos los siervos, pues non est personarum acceptor Deus21, Dios no hace acepción de personas.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/203/ (12/11/2024)