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Los que son hermanos en Jesucristo y trabajan para el único Señor –aunque en labores diversas: fuit… Abel pastor… et Cain agricola38– no pueden ser nunca obstáculo mutuo; la tarea apostólica no tiene límites y todos los brazos son pocos para trabajar: hay labor para todos.
Quien fuese –por envidia, por celos o por tiranía– un obstáculo para la labor de sus hermanos, no podrá dejar de aplicarse aquel duro reproche de la Escritura: por aquí se distinguen a los hijos de Dios, de los hijos del diablo. Todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios, y tampoco lo es el que no ama a su hermano; en verdad que esta es la doctrina que aprendisteis desde el principio, que os améis unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas y las de su hermano justas39.
Nada tiene de particular que el Señor, que es Padre, muestre predilecciones determinadas con unos y otros de sus hijos: aunque distintas, las tiene para todos; a cada cual le da lo que conviene, para sí y para la utilidad del conjunto de la familia y de la labor.
El error estaría en la indelicadeza del hijo, que no acepta y no se contenta con lo suyo, y en la equivocación de envidiar lo de los demás. Error que puede llevar a caer en la tentación de apartar y alejar al hermano, si se pudiese, como hicieron los hermanos de José40.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/239/ (03/12/2024)