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Dolor ante la incomprensión de los buenos
Es doloroso, además, que tal modo de tratar a los que quieren ser fieles, encuentre crédito entre personas que deberían gozar de claro discernimiento. Da pena comprobarlo, por dos motivos: porque, atendiendo y dando fe a esas charlatanerías, se pasa por alto la injusticia y la falta de equidad que se comete; y porque las pobres almas que son blanco de esos manejos no suelen tener medios para defenderse ni demostrar la verdad: la mayor parte de las calumnias son anónimas, y no hay derecho al que recurrir.
Muchas veces esos pobrecillos se ven echar encima un cúmulo de basura, ex informata conscientia, y desgraciadamente la conciencia –que acoge cosas santas– es a veces elástica y se llena también de cosas tremendamente malas.
No se puede juzgar sin oír al acusado, a base solo de ir recogiendo el se dice, porque si nos olvidáramos de esa elemental regla de prudencia, nadie quedaría en pie dentro de la Iglesia de Dios. De este modo esos acusadores no serán amigos de Dios, que ha dicho: vos amici mei estis, si feceritis quae ego praecipio vobis13; vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando, si obráis con rectitud.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/194/ (11/10/2024)