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No os extrañe encontrar gentes, sin embargo, que consideren como ambición vuestro afán de trabajar por Dios en todos los puestos de la sociedad –en los que os corresponden, por vuestra profesión u oficio, o por vuestra condición de ciudadanos–, o que reaccionen como ofendidas ante vuestro servicio.

No os molestéis –os diré con una metáfora inocente, que ha desagradado a algunos, que por lo visto ladran– perdiendo el tiempo en apedrear a los perros que os ladren en el camino, y, sin ostentaciones ni espectáculos, seguid señalándoos metas, medios nobles, fines concretos que os ayuden a ir adelante, con firmeza humana y sobrenatural, para poner a los pies de Cristo todas las actividades terrenas.

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